martes, 24 de julio de 2007

Nostalgia en tres tiempos: Reír llorando


Una idea ha rondado por mi mente desde hace días: volver y tomarme fotos en los sitios que marcaron mi vida cuando el mundo se limitaba a un buen partido de futbol a la salida de la escuela, cuando la sed se saciaba con el agua de una manguera de riego en el parque y sin temor a una salmonelosis, cuando el nombre José López Portillo era sólo un nombre y la vida se regía únicamente por el sol y la noche sin pensar en el dinero y sus virtudes y defectos... Cuando anotar un penalty lo era todo y era suficiente para ser feliz...
Esto es el primer ataque de la nostalgia...

Para mi abuela Carmen y Mario Limón, quienes me hablaron por primera vez de Garrick. Y para mi Padre, que me ha enseñado mucho más que las capitales del mundo…

Primer tiempo
Buscando algún motivo para unir tres temas muy interesantes y justificar a la vez su inclusión en este espacio me topé una vez más con el niño que yo fui, encuentro que me provocó una extraña melancolía que seguramente me impedirá leer este texto en voz alta. Déjenme contarles. Yo nací el mismo día que John Lennon pero 34 años después, un 9 de octubre de 1974. Pronto aprendí a leer y a memorizar todas las capitales del mundo gracias al empeño y dedicación de mi padre y a mi propia curiosidad. Es aquí donde comienza la historia que les quiero contar. Gracias a esa especial habilidad (que hoy ya no es extraña en un niño) mis padres me inscribieron creo a muy temprana edad en el Jardín de Niños (traducción que me parece igual de melodiosa que su equivalente alemán). Mi nueva escuela llevaba por nombre uno que a todos (los niños y los adultos) nos resultaba completamente desconocido, pues la moda –que no ha cambiado– era nominar esos recintos con los de personalidades más “populares” como Benito Juárez o Miguel Hidalgo, por ejemplo.
Mi Kinder llevaba por nombre Ricardo Bell, dos palabras que no se me olvidarán jamás. Las maestras tenían como principio básico iluminar con una historia los rostros de los niños, tristes por la primera separación de sus padres: la del hombre cuyo nombre adornaba la puerta del colegio. Allí supe por primera vez del señor Bell, “el mejor payaso mexicano de todos los tiempos” decían las maestras, “un hombre que ha dedicado su vida a provocar las sonrisas de los mejores seres sobre la tierra: los niños, ¡ustedes, mis niños!, no estén tristes”. Lo recuerdo y se me hace un nudo en la garganta.
Don Ricardo Bell fue en efecto un gran “clown” (pero no fue mexicano, al menos de origen, pues nació en Italia), heredero de la tradición de la Trouppe Bell, familia de acróbatas ecuestres que vino por primera vez a México con el Circo Chiarini en 1869, y que debutó en 1873.
Posteriormente, la trouppe regresó en 1889, pero esta vez al Circo Teatro Villamil, que se ubicaba en los terrenos de lo que hoy es el Teatro Blanquita. Un año después, Bell comenzó a tomar fuerza en nuestro país, aprovechando los últimos días como profesional del mejor payaso hasta entonces, Don José Soledad Aycaro. Poco más de una década después, el señor Bell (ya con hijos y nietos) inauguró el Gran Circo que llevó su nombre durante más de 10 años en la céntrica Avenida Juárez, hasta la llegada de la Revolución en 1910, acontecimiento que lo obligó a salir del país, sólo para morir un año después, el 3 de marzo de 1911 en la ciudad de Nueva York.

Segundo Tiempo
Hace muchos años escuché por primera vez el nombre de Garrick sin saber su origen, y si realmente había existido. No recuerdo los detalles, pero sé que mi abuela y mi tío tuvieron mucho que ver. Resulta que ahora sé de la amistad que unió al célebre payaso de mi infancia con uno de los poetas mexicanos más importantes de aquél entonces, Juan de Dios Peza, autor de Reír Llorando, una hermosa pieza compuesta al parecer en honor de su amigo Ricardo Bell, que refleja la dualidad de los seres humanos, un estremecedor poema de profunda tristeza que hoy por fin conozco completo. Y que aquí reproduzco, con la acentuación en el apellido sajón que sólo en México pudimos darle y que le imprime fuerza y emotividad adicional:

Viendo a Garríck, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
"Eres el más gracioso de la tierra,
y el más feliz..." Y el cómico reía.

Víctimas del *spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen por carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso
llegóse un hombre de mirar sombrío:
"Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío".

"Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte.
En un eterno spleen, muriendo vivo,
y es mi única ilusión la de la muerte".

-Viajad y os distraeréis.
-¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
-¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.
-¡Si soy amado!
-¿Pobre seréis quizá?
-Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis?
-¡Tantas escucho!...
-¿Qué tenéis de familia?
-Mis tristezas…
-¿Vais a los cementerios?
-Mucho... mucho...

-¿De vuestra vida actual tenéis testigos?
-Sí, más no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

-Me deja -agregó el médico- perplejo
vuestro mal, y no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
"Solo viendo a Garríck podréis curaros".

-¿A Garríck?

-Sí, a Garríck... la más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír?

-¡Ah sí, os lo juro;
él, sí, nada más él!; mas... ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo- no me curo;
¡Yo soy Garríck!...Cambiadme la receta!

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuándo el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

*spleen: El tedio de la vida, tristeza, no encontrar sentido a la vida.

Tercer tiempo
Hoy mas que ayer sé que nunca es tarde para entender algunas cosas. Hace dos décadas cuando escuché lo escrito por Juan de Dios Peza, no lo supe, simplemente imaginé que se trataba de una anécdota que pasaba naturalmente de generación en generación. Hoy sé que David Garrick si existió, que fue un gran actor y productor teatral inglés cuya familia emigró de Francia, y que fue uno de los mejores exponentes de la obra de William Shakespeare durante el siglo XVIII. Que nació el 19 de febrero de 1717 en Hereford, Inglaterra, hijo del Capitán Peter Garrick y Arabella Clough.
David Garrick murió en Londres el 20 de enero de 1779, y está enterrado en la Abadía de Westminster al pie de la estatua de Shakespeare.
Hoy sé también que todo tiene una razón de ser, que la historia de todos los seres humanos tiene un punto intangible donde llega a tocar a las de los demás. Y sé que me gustaría volver a vivir esos momentos, mi primer día en el kinder, aquél en que supe de la existencia de alguien llamado Garrick y esa jornada en que por fin me supe todas las capitales del mundo. Los extraño mucho.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero que nada Salud¡ Brindemos desde ya para que nunca estemos sumergidos en el maldito spleen sin que nos demos cuenta para movernos de inmediato.

Tu texto me conmovió y me emocionó, me hizo reflexionar y ponerme a pensar tambien en mis días de infante en el Kinder donde a escondidas de la maestra comíamos la sopa de letras cruda hasta llegar al empacho.

También el nombre de Ricardo Bell me sonó mucho, tanto que al hacer una búsqueda en google, me encontré la referencia inmediata a mi recuerdo. Hace años visité el panteón Inglés de Real del Monte en Hidalgo y la única tumba que no está orientada hacia la Gran Bretaña, según el guía que explicaba la historia del panteón, es la del payaso Ricardo Bell, quien ordenó que su lápida, "diera la espalda" a las de sus desdeñosos paisanos. Su tumba es la única que contradice el orden geométrico del cementerio.

Pero entonces la pregunta es ¿Murió en NY o en México? ¿Nacio en Italia pero era de padres Ingleses?
¡Chin¡ ¡ya se me antojó un paste de arroz con leche!

Anónimo dijo...

Mi querido Morís. En efecto, el gran clown Richard Bell era inglés, no italiano como mencioné. Sí murió en NY y fue enterrado allí. Lo de Real del Monte es un mito fomentado por el guía o sepulturero del panteón. Me encontré este blog realizado por Aída Suárez Chávez en donde nos brinda una explicación al equívoco.
http://cementeriobritanicoderealdelmonte.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Rubén:
Me encantó tu texto. Refiere una imagen que a uno no se le olvida de muy pequeño: el Jardín de niños. Bell desde entonces tiene que ver en tu vida.
...y lo del poema
Gracias por compartirlo
Aida Suárez Chávez

Rubén Marín dijo...

Gracias Aída por tu comentario. que bueno que te haya gustado el texto.
Saludos, un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo sòlo recuerdo y recuerdo dos chicas con falda que me querìan mucho, pero con los años supe que era porque yo sòlo era hermano del bueno!!! Aun asì es chingon recordar la hora del observatorio con la leche y el pan en la boca antes del primer grito de Pilar apurada por llegar al Ricardo Bell a dejar al chocolate.

Unknown dijo...

y a que primaria y sacundaria fuiste?

Rubén Marín dijo...

Primaria John F. Kennedy y Secundaria Diurna 116