martes, 12 de mayo de 2009

Existencia intemporal


Mi ciudad, que no es Madrid aunque bien podría serlo el día de hoy, amaneció nublada, el sol se negó a salir, la muerte de Antonio Vega lo eclipsó.
En México la pérdida de uno de los mejores músicos que haya dado la música contemporánea en idioma español pasó sólo como una nota más en los informativos matutinos, no así para mi esposa Mayte y para mí, dos de los más grandes admiradores del arte de Antonio de este lado del charco.

Desde nuestra adolescencia encontramos a Antonio sin querer, yo en un acetato de Nacha Pop que nunca le devolví a un compañero de secundaria, ella con “Vístete” y además “Una décima de segundo” interpretada por Flans a principios de 1990, un grupo pop integrado por tres mujeres que hizo época en toda la década de los 80, sin saber que estábamos presenciando la obra de un genio que marcaría nuestras vidas hasta hoy, este aciago 12 de mayo de 2009 en que el sol se ha negado a salir.

Gran parte de mi vida ha girado en torno a la obra de Antonio, tengo todos sus discos –al igual que Aleks Syntek, otro de los mexicanos que le tienen devoción a su obra- he cantando sus canciones en innumerables ocasiones con mis amigos Raúl y Gustavo, he llorado con la belleza y pasión que destilan, he padecido su angustia e intentado comprender sus graves fantasmas y me he internado irremediablemente en sus abismos (parafraseando a David Villanueva en su sentido texto publicado en El País). Sus acordes siguen formando parte inherente de mi concepción vital de un tesoro tan preciado como la vida misma: la música.

Hoy salí a trabajar, encendí el auto, Mayte me avisó muy triste y acto seguido manejé intentando asimilar la triste noticia acompañado por los acordes de la canción San Antonio, por mucho mi favorita del disco “Básico” y casi de todo su repertorio. Al llegar estacioné el coche pues tuve que salir a caminar, y pronto me vi “contando las baldosas al andar” oyendo a mi querido Antonio en el iPod que está lleno del testimonio de su inmenso talento y sensibilidad inigualable.

Recordé los inconfundibles acordes de infinidad de temas de Nacha Pop que me remiten a un remoto 1987 cuando con mi look desaliñado volaba de la mano de su guitarra en Persiguiendo sombras, canción de mi heredado acetato “El Momento” que fondeaba la entrada de un clásico programa de videos llamado TNT ¿alguien se acuerda de eso? Después vino Lucha de gigantes y luego Desordenada habitación, junto con el descubrimiento de mi voz con mis amigos, y de que podía comunicar con ella sentimientos, de la mano de su piano y sus guitarras.

Como él, con la barbilla clavada en el pecho me vi buscando a la chica de ayer, dejándome llevar, asustado, dando tumbos sin dirección y persiguiendo sombras, esperando el otoño en el sitio de mi recreo, enganchado a una señal de bus ya con mis lágrimas al suelo…

Adiós mi poeta, más cerca cada vez de ti están el cielo y el mar, disfruta tu nuevo plan con las estrellas del infinito, que ya nos dejaste tu existencia intemporal.

No tengo más nada que decir que no hayan dicho mis lágrimas de hoy al escucharte y re-conocerte como una de mis mayores influencias vitales.