martes, 20 de septiembre de 2011

Moneditas ¿basura?


Hace no mucho alguien pedía a su audiencia a micrófono abierto en algún medio de comunicación que no recuerdo, que si no querían sus moneditas de centavos, esas que 'estorban más de lo que ayudan', con todo gusto se las aceptaba.

Y es partiendo de este principio que la indignación casi a diario me hace su presa. Resulta que de manera mucho más acuciosa que de costumbre he sido testigo en la tienda de autoservicio Superama, de un procedimiento sistemático consistente en no devolver al consumidor sus centavos, a consecuencia de la compra de uno o varios productos en dicho establecimiento.

No hay argumento de por medio, simplemente los y las cajeras no dan completos los cambios, creyendo que por tratarse de centavos nadie debería inconformarse. En múltiples ocasiones he solicitado mi cambio completo, obteniendo con ello enojo y hartazgo por parte de estos trabajadores -y seguramente alguno que otro 'sanbenito' de tacaño, miserable o de plano mamón. Sin embargo parto del principio de ¿por qué habría yo de regalarle nada a una empresa global como Walmart? o el que apunta a la elemental justicia y al orden legal que indica que se está cometiendo un robo a un cliente; eso si no caemos en el 'sospechosismo' de las cuentas y la incidencia de casos, que multiplicados por número de compradores y número de tiendas en el lapso de un día nos darían cifras astronómicas de algo que ya se conoce popularmente como "robo centavero".

Probablemente el problema no sea siquiera de los cajeros, sino de una política no escrita que apunta a no perder absolutamente nada, y a ganar, sólo ganar, aunque sea a costa de una 'inocente' omisión. Aquí no se trata de ver quien se queda con la mayor parte, sino de justicia: cambios exactos y correctos (y ni hablemos de esa necedad llamada 'redondeo', que por sí sola merece un post aparte y que ignorantes utilizan ya como un genérico, y en el peor de los casos sin saber siquiera a quién o quienes benefician con su torpe iniciativa).
Se sabe de gente que argumenta linduras como 'aquí ya no manejamos moneditas de centavos', 'no se las puedo aceptar, no me lo permiten' o en el peor de los casos: 'Eso ya no vale nada'.

Es importante saber que existe algo llamado 'poder liberatorio' y que está sujeto a una limitante: Esta propiedad define el valor de uso de una moneda de curso legal, sin embargo está limitada por la Ley Monetaria de México a la utilización de 100 piezas de cada denominación en un mismo pago (100 monedas de 10 centavos, 100 de 1 peso, etc., en cada saldo a liquidar). No obstante, eso no exime al Banco de México a cambiar -a través de sus centros de canje-, si fuera preciso, uno o varios camiones de volteo llenos de esa 'aparente basura'.

La solución no está en manos del ciudadano. Es esta entidad gubernamental la responsable del cuño de estas monedas, que le guste o no a quien sea, son de curso legal. Y es precisamente esta institución -amparada en un argumento macroeconómico- la que intenta explicar su existencia, su director de Emisión, Manuel Galán nos deslumbra con su lógica: "La demanda (de estas monedas) surge debido a que los centavos se quedan en alcancías, ceniceros, cajones o en la basura, por lo que el sistema siempre requiere más (SIC). Creemos que la gente las bota y no se vuelven a usar, entonces los comercios requieren más piezas, las solicitan a la banca y ésta a su vez a nosotros” (¡¡RE-SIC!!). Y yo entonces me pregunto, asumiendo mi ignorancia de los altos vuelos de la economía ¿entonces si ya comprobaron que son basura para la población por qué diablos las siguen emitiendo?

Cuatro datos nada más para alimentar al morbo: al año se emiten 400 millones de monedas de 10 centavos y 220 millones de la de 20 centavos. Este grueso de 'metálico' constituye un 5% del dinero circulante en nuestro país, algo así como 600,000 millones de pesos. ¿Desdeñable? ¿Basura?

No me cabe duda de que la ignorancia es todo un caldo de cultivo en el que abrevan los cínicos, esos que todavía ven al pueblo como una masa amorfa a la que pueden manejar a su antojo. Hay anécdotas para dar y repartir ¿cuál es la tuya?

lunes, 19 de septiembre de 2011

Por una música sin 'tags'

Checando una de las muchas listas que ya manejan conteos sobre las mejores canciones de este 2011 que aún no llega a su fin, pude darme cuenta de que las tendencias no son lo mío, las modas me vienen guanguísimas y lo estúpidamente 'indie' me repatea las gónadas. De un total de 25, sólo una propuesta pudo capturarme, a pesar de que su naturaleza pudiera llegar a ser agresiva para los adalides del ruido y la pose, esos 'antimainstream' que disfrutan de etiquetar la música por factores que nada tienen que ver con la esencia.
¿El nombre del grupo? Cut Copy, un trío de chavos australianos que traen el toque, y cuyo mayor pecado en estos dosmilesonces es sonar 'ochenteros'. ¿La rola? Take me over.
Es aquí en donde me pregunto ¿y qué tiene de malo el 'electro-fresa pop' o sonar a Durán Durán o Depeche Mode dulcificado?
Hoy declaro en este foro ciego y sordo que me decanto por la música que me ofrece melodías, que es agradable al oído, sin embargo no critico los otros géneros, ni las tendencias. Definitivamente no comparto que se le pongan etiquetas a la música. Todo debe llegar a un punto medio: ni tan inaudible pa ser mamonamente 'indie', ni tan dulce para que no lo etiqueten de mainstream o música facilona. Por eso odié Radioactivo y por eso odio Reactor, por la mamonería con la que se conducen, como si fueran dueños de la verdad en la música, y sintiéndose muy progres presentando canciones sin alma con nombres impronunciables justo en el 'synch point'.

martes, 13 de septiembre de 2011

La vigencia del 'pesimismo'

Tristemente Enrique Santos Discépolo tenía tanta razón al escribir 'Cambalache', y hoy está más vigente que nunca. Eso lo hizo un visionario y por supuesto, uno de esos seres que pasan con sus luces por una tierra de ciegos y que son lastimados con rejones obtusos del tipo '¡Es un pesimista! o 'Si no eres la solución, eres parte del problema'.

Frase a frase, nota a nota y reflexión tras reflexión la vigencia de su postulado, sigue hiriendo a una sociedad que en visión micro o macro sigue sin encontrar salidas obvias para lograr la felicidad, esa que estriba en las cosas simples, las que nunca apreciarán los necios, los zafios.

¡Salud, que allá en el horno se vamo' a encontrar!